Pero el otro día me acordaba de una persona que pasó por casa en muchísimas oportunidades. Una persona calladita y buena onda que, los adultos adoraban y los niños padecíamos: el señor Godoy.
Godoy era el enfermero del barrio. No hubo culo en todo Caisamar, barrio Constitución y alrededores que no haya sido visto por el señor Godoy.
Era bajito, de piel aceitunada y rulos que fueron pasando del negro al blanco casi sin darnos cuenta. Siempre calladito, siempre respetuoso, siempre con esa mirada sonriente. Los lentes chiquitos en la puntita de una nariz chiquita. Creo que nunca le vi cambiar el traje marrón y su maletincito de cuero. A cualquier hora que uno lo necesitara, el señor Godoy venía.
Con el tiempo empezó a venir con el hijo. Era una versión potenciada de su papá. Toda la altura que el señor Godoy no tenía, la tenía el hijo.
El otro día pensaba en el señor Godoy. Porque si bien de chica no me gustaba verlo por lo que representaba, hoy lo recuerdo con mucho cariño.
Que loco que de repente la gente asi desaparezca de la vida de uno, no?
Bueno, yo de él no me olvido....un beso señor Godoy!!!!